LA IMAGEN DE UN GRANDE

2º ANFITEATRO por Fernando 'Lagar'

El Atlético de Madrid brindó una noche vibrante a sus aficionados. Allí, en el estadio, confluyeron en mí todo tipo de sensaciones que se puedan vivir en un partido. Euforia, al inicio. Tristeza, cuando Messi se clavaba como un puñal para hacer el 0-2. Esperanza, cuando el eterno Forlán marcaba un gol de antología, haciendo el 1-2. Certeza, cuando Agüero ponía las tablas en el electrónico. Desesperación, cuando en la misma jugada Forlán fallaba el 3-2 en la boca de gol y el Barça en una contra ponía el ya aparentemente insalvable 2-3.

Forlán volvió a brindarme un rayo de esperanza al transformar el penal que nos metía de lleno en el partido. Y en el minuto 88 de partido, cuando ya el empate tenía en todos los atléticos un sabor dulce y amargo a partes similares ( que no iguales), Agüero me hizo gritar el gol que más he gritado en mi vida. Un grito, casi llanto, lleno de todas las emociones que no podría describir en un simple texto. Un grito que simbolizaba lo que merecía el Atlético, una victoria peleada a base de mostrar en el terreno de juego un mejor futbol que el (Súper)Barcelona, disponiendo de mejores ocasiones de gol y habiendo sufrido el escarnio arbitral al que nos tiene acostumbrado el villarato en nuestro estadio.

El Atlético, como conjunto, se comportó como un equipo grande, lo que ha sido siempre, no dando por perdido jamás un partido, sea quien sea el rival. Queriendo ganar a base de tocar el balón y generar espacios, y también dejarlos. Porque, me perdonen los de la Castellana, esos del “llevamos treinta de treinta”, pero el Atlético derrotó el domingo a ese Barcelona que no han conseguido derrotar. Y, lo más importante: lo hizo al estilo de equipo grande, al ataque, robando el balón arriba, jugando de tú a tú. No intentó elegir el estilo “Capelliano Juanderamista” de diez atrás y si es resultado gafas siempre será un punto, mejor que cero. Porque lo que hay que entender es que, a estos niveles de clubes con tanta masa de aficionados, la imagen es mejor que el resultado obtenido.

El Atlético entendió aquello, y me consta de primerísima mano que la afición no hubiera reprochado ni pedido explicaciones al equipo por una derrota el domingo.

Sin embargo, la afición si espera una explicación del Delfín de Pitarch, el señor Maxi Rodríguez, acerca del detalle que tuvo en su sustitución, tirando el brazalete con el escudo al suelo cuando tenía que entregárselo a su legítimo dueño ,e injustamente despojado de esa distinción, Antonio López. Esto sólo confirma lo que todos sospechábamos: el señor Maximiliano no siente el escudo tanto como el de Benidorm; que no siente el más mínimo pudor de que el escudo toque el suelo; que no siente respeto por los aficionados que aman esa insignia y que, por último, no tiene respeto por los compañeros que ven desde el banco como él juega por decreto de Pitarch. El de Benidorm no será un superclase, no desbordará como Robben, ni disparará como Etoo, ni etc etc… Pero siente esos colores y ese escudo en el corazón. Que Antonio López sea nombrado Capitán sería dar hacia fuera, eso que comenta el título, la imagen de un equipo grande.