viernes, 12 de febrero de 2010

Pan para hoy y hambre para mañana


Neptuno está acicalándose. Quién lo diría. Y es que su club -no nos consta que se haya cambiado de chaqueta pero se escuchan rumores- se ha colado en la final de la Copa del Rey. Diez años después -que se dice pronto- el Atlético luchará por un título. La pregunta es para los colchoneros: ¿estáis de enhorabuena?

En la temporada 1995/1996 Jesús Gill exhibió a su difunto Imperioso por la Gran Vía: se había conseguido un doblete. Nada más ni nada menos que el Atlético de Madrid ganó la Liga y la Copa del Rey. Tiempos de bonanza que vaticinaban tiempos de sequía. Así fue. El club rojiblanco pasó de cien a cero en apenas segundos y la depresión se cernió sobre el Manzanares e incluso el equipo descendió a los infiernos.

Ahora parece que la pesadilla pasó. El Atlético de Madrid se ha clasificado para la final de la Copa del Rey y la euforia se apodera de unos aficionados excesivamente castigados. Una gran alegría en mitad de tanta tragedia pero, lejos de las primeras -y en caliente- impresiones conviene no estar tan orgullosos por la hazaña cosechada del que dicen o decían el tercer equipo de nuestro país. ¿Por qué?

El maquillaje siempre cubre las impurezas y los disfraces a menudo confunden al personal. Esta clasificación y esta alegría colchonera no hace más que aplazar el problema tal y como viene sucediendo durante exactamente catorce años. Esta clasificación ha servido para que el sufridor del Atlético saltara de alegría pero, que nadie lo obvie, esta final de Copa supone también una gran bocanada de aire fresco y de oxígeno puro para los culpables de la situación: los dirigentes del club. Estos se han asegurado, para nueva desgracia rojiblanca, unos cuantos años más de cacicada y mediocridad desde el palco del moribundo Vicente Calderón. Eso es pan para hoy y hambre para mañana.

Porque si el Atlético lleva catorce años sin más objetivos que luchar por regresar a Primera División, por llegar a los puestos de Champions o por no encajar el cuarto gol ante el Recreativo de Huelva, es culpa de los mismos que hoy celebran la épica de un club de capa caída. Esos que ahora sacarán pecho y esos que seguirán anclados en el club haciendo bueno el tópico del aficionado pupas y arrojando nuevas preguntas a la mítica de: Papá, ¿por qué somos del Atleti?

Disfruten al máximo los colchoneros de esta alegría pero no caigan en la trampa: los malos de la película siguen siendo los protagonistas de esta tragicomedia en la que se ha convertido un club emblemático e histórico como el Atlétco de Madrid.

La última final del Atlético de Madrid fue en el año 2000, también en la Copa del Rey, pero supongo que ningún Atlético quiere recordar aquel fatídico año en el que bajaron a Segunda División.

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